Llegué buscando un poco de silencio. Me encontré viviendo
junto a un nido de golondrinas.
Fui creando mi rincón, al tiempo que ellas cubrían con nuevas ramas, plumas y pajas el suyo.
Fui creando mi rincón, al tiempo que ellas cubrían con nuevas ramas, plumas y pajas el suyo.
En una labor sin prisa alterné zambullidas infinitas a la
montaña con minuciosas pinceladas en mi morada.
Sumergida en paseos montunos de geografías desconocidas
sentía que mi pensamiento se transfiguraba hasta la torsión.
Conseguí despedir muchos apegos y tuve la dicha de aprender
de mi sabio compañero Oso.
Desde ahí, el
universo escuchó nuestra llamada y las notas de un dedicado violín acariciaron el
espacio.
Al fin ha llegado el momento de plasmar los matices de la
vida retiniana de estos tres años.